Releyendo
este pequeño gran libro de Saint Exupery, me detengo sobre el Capítulo X, en
donde el protagonista llega al asteroide 325 y se topa con un único habitante:
el rey.
Y
reflexiono sobre lo que los seres humanos creemos de nosotros mismos y con qué
facilidad no dudamos en erigirnos en “rey”, aunque sea de un asteroide
desierto.
Es curioso
ver tan bien plasmado el emplazamiento mental de aquellos que, como el rey del
cuento, detentan poder.
Y para que
un rey pueda sostener su creencia de que es un monarca con poder, es necesario
que muchos sostengan la creencia de que son súbditos, se comporten como tales (que en el caso del
cuento no existen, nunca ha visto un súbdito).
Mientras
tanto, el principito se ubica en otro lugar y termina descolocando y
ridiculizando al poderoso en su intención de manejarlo todo a su antojo,
dejando al descubierto su tremenda debilidad y dependencia.
Creo que se
puede rescatar una valiosa enseñanza
para los pueblos: cuando un sistema se cae
es porque ha caído el sistema de creencias que lo sostenía.
A su vez el
principito reflexiona admirando las infinitas posibilidades de las acciones
humanas cuando están dirigidas a terminar en otros. Y los beneficios que podría
traer el ejercicio del poder para ayuda de todos.
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