Se ha instalado en nuestra
sociedad como un nuevo fenómeno la violencia entre niños y adolescentes -el llamado
“Bullying”- que en realidad no es nuevo, siempre ha existido solo que se ha
tornado visiblemente más grave o evidente por el grado de violencia física que
lo acompaña.
Se conoce como Bullying al acoso u hostigamiento psicológico y físico de un
grupo de niños o adolescentes contra otro, basado en diferencias que a veces
son carencias y otras atributos del agredido. Es decir, tanto puede ser
hostigado por alguna discapacidad como
por su belleza física, o su conducta disciplinada, o por ser un buen estudiante,
etcétera.
Se da habitualmente en
ámbitos que nuclean a niños y adolescentes, la escuela, el club, el barrio. A
la violencia de la discriminación por esas diferencias, le suman la violencia
del maltrato psicológico, la burla, la humillación, el aislamiento, la
indiferencia o la apariencia física.
Es entonces cuando estos casos toman estado público por la difusión en los
medios informativos, es allí cuando la sociedad se escandaliza y repudia. Es
decir repudia las consecuencias de ese
maltrato, se hacen visibles por graves lesiones físicas que a veces llegan hasta
generar la muerte, pero cotidianamente le pasan inadvertidas las causas, esa
violencia latente, que se recibe y se trasmite casi sin ser advertida.
Sin embargo, no se suele
poner la mirada en el hecho de que la
violencia física es solo la última parte de un proceso que comienza mucho antes
y sobre el que es necesario poner atención
y reflexión, para desarticularlo a tiempo, para no convertirnos en generadores
y trasmisores de violencia.
La sanción no es una
solución, si bien pone límites, coloca un
muro de contención a la violencia, no la
resuelve porque la violencia es un proceso interno al individuo que frente a la
posibilidad de la sanción no actuará, pero hasta tanto no la resuelva estará
buscando por dónde canalizarla, para terminar en la familia, en el fútbol, en
el trabajo, etcétera.
La violencia no es la que se
ve en una agresión física, esta es sólo la expresión de algo más profundo en el
individuo, que tiene su origen seguramente en fuertes violencias que padece o ha
padecido.
Por eso es imprescindible
que la sociedad se involucre. Porque ese germen está en la sociedad misma, en
un armado social, en una escala de valores que no tiene al ser humano como
centro.
Si aspiramos a una
transformación social superadora de la violencia, a una cultura de la no
violencia, es necesario tomar conciencia y crear conciencia, y esto pasa
necesariamente por el reconocimiento de la propia violencia y por la decisión
de transformar la propia vida.
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