Bergoglio tiene el desafío de un cambio en la Iglesia que apunte a desterrar la discriminación en la sociedad.
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Con la elección del argentino Jorge Bergoglio como líder de la Iglesia Católica se suceden los reconocimientos sobre sus bondades, ya que es valorado en distintos sectores por su preocupación por lo social, la pobreza, la educación, la salud. Sin embargo, la desigualdad tiene su máximo exponente en la discriminación, que es un grave problema social: la desigualdad al negarle a una parte de la sociedad (más grande o más pequeña) sus derechos al gobierno del propio cuerpo, a elegir libremente, a la propia identidad, a la educación en todos sus aspectos incluida la sexual. Todo lo cual constituye una importante problemática social.
Bergoglio como cardenal de la Iglesia Católica argentina se ha negado y ha operado en contra de la sanción de las legislaciones que acogieron muchas de estas demandas tendientes a generar igualdad de oportunidades. Y cuando se sancionaron, además de la previa presión espiritual que ejerció sobre las conciencias de los legisladores que debían votar, también Bergoglio operó en contra de su aplicación.
Creo que este papel que le han encomendado a Bergoglio lo puede llevar a la reflexión sobre la realidad social en aspectos que no son los que más elige la Iglesia para pronunciarse, pero se trata de cuestiones por demás significativas. Sobretodo a la luz de lo sucedido en Argentina, que ha sido vanguardia en el reconocimiento de estos derechos que apuntan a la no discriminación. Deseamos que pueda desarrollar su rol para no generar más sufrimiento con negativa y postergación en la adquisición de derechos, sobre todo por parte de quienes ni siquiera practican la fe católica.
Si fuera militante católica seguramente aspiraría a la elección directa del Papa, a la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres para ocupar lugares en la estructura de la Iglesia, a la libertad para el gobierno del propio cuerpo, al respeto por otras creencias y por aquellos que deciden no comulgar con ninguna fe religiosa.
Como militante política y social aspiro a un Estado laico, de respeto por la igualdad en la diversidad. Desde ahí un deseo para el nuevo líder católico de aprovechar la oportunidad de producir cambios profundos en el mundo católico acorde a los nuevos tiempos que nos toca vivir a los seres humanos.
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